Abdala Bucaram regresa de la muerte para lanzarse como alcalde de Guayaquil

En el escenario impredecible del #JuicioFinal, donde los grandes nombres se entrelazan con sus propios fantasmas, Abdalá Bucaram volvió a robarse la escena. Esta vez, no con la furia o el histrionismo que le caracterizan, sino con una confesión casi íntima: estuvo 10 días en coma, suspendido entre la vida y la muerte.
“El loco que ama” —como él mismo se define— relató que en ese silencio profundo, donde solo caben las oraciones y los milagros, sintió la mano de Dios. Fue, asegura, una segunda oportunidad. Una prórroga otorgada no para el olvido, sino para volver al juego político con más fuerza que nunca.
Desde ese instante, su mirada —dice— cambió. Ya no se trata solo de pasión desbordada o viejas batallas. Ahora, sostiene, tiene una misión: alcanzar la Alcaldía de Guayaquil, esa ciudad vibrante y herida, que alguna vez lo ovacionó y luego lo vio caer.
Con el dramatismo que solo Abdalá puede imprimirle a sus palabras, la escena pareció más un acto de fe que un discurso político. Pero detrás de sus frases, laten los viejos impulsos de un hombre que nunca ha sabido retirarse. “Dios me dejó aquí para algo grande”, sentenció. Y en su voz, cargada de historia, resuena la eterna promesa de un regreso improbable… o inevitable.
Guayaquil, como tantas veces, será el escenario donde Bucaram intente una vez más escribir su propio milagro.